Es una gran bendición poder celebrar el cumpleaños número 500 de Teresa de Jesús, una gran mujer, maestra de oración, doctora de la Iglesia y un gran don para el mundo.
Teresa de Jesús es una mujer de entrega y convicción, una mujer de mundo pues no se encierra en si misma si no que quiere compartir su tesoro con la humanidad entera, una mujer dispuesta a vivir una vida auténtica de oración que lleve al conocimiento de Cristo. Teresa es una mujer de reforma, una mujer tenaz, pero sobre todo dócil al Espíritu.
Teresa de Jesús es una de las pocas santas que nos dejan escritos bellisimos sobre la oración y como llegar a la unión con Cristo. Es una mujer orante en todos los momentos de su vida. Para los devotos de la Santísima Virgen, Teresa de Jesús es una pieza clave en el camino a la auténtica devoción. Ella que tuvo como Reina a la Señora del Monte Carmelo, sabe como guiar y aconsejar en el camino de Jesús y María. Hoy en el marco de la celebración de los 500 años de su natalicio, nuestra Escuela de María y Al Servicio de María nombre a Santa Teresa de Jesús como Maestra de oración y modelo de vida de los miembros y voluntarios de nuestros grupos.
Alabado sea Jesucristo y su Santísima Madre la Virgen María
28 de marzo de 2015
SANTA TERESA DE JESÚS
(+ 1582)
¿Qué tiene esta mujer que, cuando nos vemos ante su obra,
quedamos avasallados y rendidos? ¿Qué fuerza motriz, qué imán oculto se esconde
en sus palabras, que roban los corazones? ¿Qué luz, qué sortilegio es éste, el
de la historia de su vida, el del vuelo ascensional de su espíritu hacia las
cumbres del amor divino? Con razon fundada pudo decir Herranz Estables que
"a Santa Teresa no acaba de conocerla nadie, porque su grandeza excede de
tal suerte nuestra capacidad que la desborda, y, como los centros excesivamente
luminosos mirados de hito en hito, deslumbra y ciega".
Teresa de Cepeda nace en Avila, el 28 de marzo de 1515.
En el admirable Libro de la Vida, escrito por ella misma, nos refiere cómo
fueron sus primeros años en el seno de su hidalga familia. Sabemos, además, por
testimonio de quienes la trataron, que Teresa de Cepeda era una joven
agradable, bella, destinada a triunfar en los estrados del mundo, y, como ella
confiesa, amiga de engalanarse y leer libros de caballería; y aún más, son sus
palabras, "enemiguísima de ser monja" (Vida, II, 8). Pero el Señor,
que la había creado para lumbrera de la cristiandad, no podía consentir que se
adocenara con el roce de lo vulgar espíritu tan selecto, y así, la ayudó a
forjarse a sí misma. Venciendo su natural repugnancia, Teresa se determinó, al
fin, a tomar el hábito de carmelita en la Encarnación de Avila. "Cuando
salí de casa de mi padre para ir al convento—nos dice ella—no creo será más el
sentimiento cuando me muera" (Vida, IV, 1).
¡Qué emoción tiene, al llegar este punto, ese capítulo
octavo del Libro de la Vida, en que ella relata los terminos por los que fue
perdiendo las mercedes que el Señor le había hecho! Teresa de Jesús, ya monja,
quería conciliar lo inconciliable, vida de regalo con vida de oración, afición
de Dios y afición de criaturas, que, como más tarde diría San Juan de la Cruz,
no pueden caber en una persona a la vez, porque son contrarios, y como
contrarios se repelen.
Nuestro Señor, que vigilaba a esta alma, no había ya de
tardar en rendirla por entero a su dominio. Y acaeciole a Teresa que, cierto
día que entró en el oratorio, vió una imagen que habían traído a guardar allí.
Era de Cristo, nos dice ella, muy llagado, un lastimoso y tierno Ecce Homo. Al
verle Teresa se turbó en su ser, porque representaba muy a lo vivo todo lo que
el Señor había padecido por nosotros. "Arrojéme cabe Él—nos cuenta—con
grandísimo derramamiento de lágrimas" (Vida, IX, 1). ¿Cómo no había de ser
así, si aquel corazón generoso, magnánimo de Teresa estaba destinado a encender
en su fuego, a través de los siglos, a miles y miles de almas en el amor de
Cristo?
Y ya, desde este trance, el espiritu de Teresa es un
volcán en ebullición, desbordante de plenitud y de fuerza. Su alma, guiada por
Jesucristo, entra a velas desplegadas por el cauce de la oración mental. ¿Qué
es la oración para Teresa? ¿Será un alambicamiento de razones y conceptos, al
estilo de los ingenios de aquel siglo? No; mucho más sencillo: "No es otra
cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama" (Vida, VIII, 5 ). En ese
"tratar de amistad" vendrán a resolverse todos los grados de oración
que su alma y su pluma recorran, hasta las últimas "moradas", hasta
el "convite perdurable" que San Juan de la Cruz pone en la cima del
"Monte Carmelo". ¿Y quién no se siente con fuerzas para emprender el
camino de la oración mental? Teresa esgrimirá el argumento definitivo para
alentar a los irresolutos: "A los que tratan la oración el mismo Señor les
hace la costa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con él se pasen
los trabajos" (Vida, VIII, 8).
Esta es la oración de Santa Teresa, elevada, cordial,
enderezada al amor, porque, son sus palabras, "el aprovechamiento del alma
no está en pensar mucho, sino en amar mucho" (Fund., V, 2 ) . ¿Quién se
imagina que el fruto de la oración son los gustos y consolaciones del espíritu?
En otro lugar nos avisará Santa Teresa que "no está el amor de Dios en
tener lágrimas..., sino en servir con juticia y fortaleza de ánima y
humildad" (Vida, XI, 13).
Es el año 1562. Teresa de Jesús, monja de la Encarnación
de Avila, siente dentro de si la primera sugestión del Señor que ha de
impulsarla a la gran aventura de la reforma carmelitana. ¿Por qué no volver al
fervor y rigor de la regla primitiva? Y, desde este punto, Teresa de Jesús pone
a contribución todas sus fuerzas en la magna empresa. Ella ha comprendido muy
bien el mandato del Señor y el sentido de aquellas palabras del salmista:
"obra virilmente", y se lanza con denuedo a la lucha.
Una marea de contradicciones va a oponerre al tesón de su
ánimo esforzarlo. No importa. Ella seguirá adelante, porque es el mismo
Jesucristo quien le dirá en los mornentos críticos: "Ahora, Teresa, ten
fuerte" (Fund.. XXXI, 26). No importa el parecer contrario de algunos
letrados, la incomprensión de sus confesores, el aborrecimiento, incluso, de
sus hermanas en religión, todo un mundo que se levanta para cerrarle el paso.
No importa. Es Santa Teresa la que escribe para ejemplo de los siglos venideros
esta sentencia bellísima: "Nunca dejará el Señor a sus amadores cuando por
sólo Él se aventuran" (Conceptos, III, 7).
Espoleada por esta convicción, Teresa de Jesús vence
todos los obstáculos y sale, por fin, de la Encarnación para fundar, en la
misma Avila, el primer palomar de carmelitas descalzas. Se llamará "San
José", pues de San José es ella rendida devota. ¿Sabéis cuál es el ajuar
que de la Encarnación lleva a la nueva casa, y del que deja recibo firmado?
Consiste en una esterilla de paja, un cilicio de cadenilla, una disciplina y un
hábito viejo y remendado.
"Andaban los tiempos recios" (Vida, XXXIII, 5),
cuenta la fundadora. Las ofensas que de los luteranos recibía el Señor en el
Santísimo Sacramento le impelían a levantar monasterios donde el Señor fuese
servido con perfección. Y así, desprovista de recursos, "sin ninguna
blanca" (Vida, XXXIII, 12: Fund., III, 2), como ella dice donosamente,
fiada sólo en la Providencia y en el amor de Cristo que se le muestra en la
oración, funda e irán surgiendo como llamaradas de fe que suben hasta el cielo
los conventos de Medina del Campo. Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana,
Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la
Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos. "Para esto es la oración, hijas
mías —apunta la madre Teresa a sus descalzas—: de esto sirve este matrimonio
espiritual: de que nazcan siempre obras, obras" (Moradas, séptima, IV, 6).
Paralelamente, su encuentro con San Juan de la Cruz, a quien gana para la
reforma del Carmelo, señala un jalón trascendental en la historia de la
espiritualidad. Estas dos almas gigantes se comprenden en seguida, las dos que,
más tarde, habrán de ser los reyes de la teología mística, gloria de España.
Teresa de Jesús desarrolla una actividad enorme,
asombrosa, tan asombrosa como lo variado de su personalidad. No hav más que
asomarse a la fronda de su incomparable epistolario—-cuatrocientas treinta y
siete cartas se conservan—para calibrar el talento y fortaleza excepcionales de
esta mujer, que, en un milagro de diplomacia y de capacidad de trabajo, lleva
sobre sus frágiles hombros el peso y la responsabilidad de un negocio tan vasto
y dilatado como es el de la incipiente reforma del Carmelo.
Su diligencia se extiende a los detalles más nimios. A sí
misma se llama "baratona y negociadora" (Epíst., I, p.52 ), porque
llega hasta entender en contratos de compraventa y a discutir con oficiales y
maestros de obras.
Por pura obediencia, sólo por pura obediencia, escribe
libros capitales de oración, ella, que, de si misma, dice "cada día me
espanta más el poco talento que tengo en todo" (Fund., XXIX, 24 ). Y,
mientras escribe páginas inimitabies, confiesa—y no podemos por menos de leer
estas palabras con honda emoción—: "me estorbo de hilar por estar en casa
pobre, y con hartas ocupaciones" (Vida, X, 7). Sus obras quedan ya para
siempre como monumentos de espiritualidad y bien decir. El castellano de Santa
Teresa es unico. En opinión de Menéndez Pidal, "su lenguaje es todo amor;
es un lenguaje emocional que se deleita en todo lo que contempla, sean las más
altas cosas divinas, sean las más pequeñas humanas: su estilo no es más que el
abrirse la flor de su alma con el calor amoroso y derramar su perfume femenino
de encanto incomparable".
Santa Teresa de Jesús, remontada a la última morada de la
unión con Dios, posee, además, un agudisimo sentido de la realidad, el ángulo
de visión castellano, certero, que taladra la corteza de las cosas y personas,
calando en su íntimo trasfondo. En relación con el ejercicio de la presencia de
Dios, adoctrina a sus monjas de esta guisa: 'Entended que, si es en la cocina.
entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y exterior"
(Fund., V. 8).
¡Ay la gracia y donaire de la madre Teresa! En cierta
ocasión, escribiendo al jesuita padre Ordóñez acerca de la fundación de Medina,
dice estas palabras textuales: "Tengo experiencia de lo que son muchas
mujeres juntas: ¡Dios nos libre!" (Epíst., I, p. 109). Otra vez, en carta
a ia priora de Sevilla, refiriéndose al padre Gracián, oráculo de la Santa y
puntal de la descalcez: "Viene bueno y gordo, bendito sea Dios"
(Epist., Il, 87). Y en otro lugar, quejándose de algún padre visitador, cargante
en demasía, escribe a Gracián: "Crea que no sufre nuestra regla personas
pesadas, que ella lo es harto" (Epist., I, 358). Con sobrado motivo el
salero de la fundadora ha quedado entre el pueblo español como algo proverbial
e irrepetible.
Teresa de Jesús ya ha consumado su tarea. El 4 de octubre
de 1582, en Alba de Tormes, le viene la hora del tránsito. Su organismo
virginal, de por vida asendereado por múltiples padecimientos, ya no rinde más.
"¡Oh Señor mío y Esposo mío—le oyen suspirar sus monjas—, ya es llegada la
hora deseada, tiempo es ya que nos veamos. Señor mío, ya es tiempo de
caminar!..." Muere, como los héroes, en olor de muchedumbre, porque
muchedumbre fueron en España los testigos de sus proezas y bizarrías, desde
Felipe II y el duque de Alba hasta mozos de mulas, posaderos y trajinantes.
Asimismo la trataron, asegurando su alma, San Francisco de Borja, San Pedro de
Alcántara, San Juan de Avila y teólogos eminentes como Báñez.
"Yo no conocí, ni vi, a la madre Teresa de Jesús
mientras estuvo en la tierra—escribiría años después la egregia pluma de fray
Luis de León—, más agora, que vive en el cielo, la conozco y veo casi siempre
en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus
libros..." Cuatro siglos más tarde, sin perder un ápice de su vigencia,
muy bien podemos hacer nuestras las palabras del in signe agustino.
El cuerpo de Santa Teresa y su corazón transverberado se
guardan celosamente en Alba. No hay más que decir para entender que, por
derecho propio e inalienable, señala Alba de Tormes una de las cimas más altas
y fragantes de la geografía espiritual de España.
PABLO BILBAO ARÍSTEGUI
SANTA TERESA DE JESÚS
15 de Octubre
Los fragmentos del Libro de la Vida, están en el lenguaje
original
Nota (Los fragmentos del Libro de la Vida, están en el
lenguaje original)
1. El nombre Teresa
En el Diccionario Etimológico (de nombres propio de
Gutierre Tibón, FCE), se lee: Teresa, Latín, Therasia, Terapia, Teresia, y que
viene del griego cosechadora o segadora, y también de cazar, entonces, que
Teresa sea conocida también como la cosechadora, cultivadora de las virtudes y
cazadora de almas, es algo muy particular de ella reflejada en su nombre.
En efecto, ella es una buena cazadora, pues nos atrapa,
nos cautiva.
Es sin lugar a dudas, una de las grandes mujeres santas,
su vida y su literatura, Exclamaciones del Alma, Camino de Perfección, Cartas,
Libro de la Vida, Los Conceptos del Amor de Dios, Escritos Menores, Las
Fundaciones, Las Relaciones, entre otros, su poemas, su dicho, su forma de
orar, la hace estar entre las mujeres más grandes y admirables de la historia,
y ser una de las tres doctoras de la Iglesia como otra gran Santa, Teresita del
Niño Jesús y Santa Catalina de Siena.
2. Sus Padres
Sus padres fueron Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz
Dávila y Ahumada, de ellos Santa Teresa escribió:
“Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y
piedad con los enfermos y aun con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar
con él tuviese esclavos, porque los había gran piedad, y estando una vez en
casa una de un su hermano, la regalaba como a sus hijos. Decía que, de que no
era libre, no lo podía sufrir de piedad. Era de gran verdad. Jamás nadie le vio
jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera.”
“Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida
con grandes enfermedades. Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura,
jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con
morir de treinta y tres años, ya su traje era como de persona de mucha edad.
Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron
el tiempo que vivió. Murió muy cristianamente.”
Cuando su madre murió
Santa Teresa escribió: “Acuérdome que cuando murió mi madre quedé yo de
edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a entender lo que había perdido,
afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre, con
muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido;
porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he
encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a sí”
3. Sus Hermanos
Éramos tres hermanas y nueve hermanos. Todos parecieron a
sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo, aunque era
la más querida de mi padre. Y antes que comenzase a ofender a Dios, parece
tenía alguna razón; porque yo he lástima cuando me acuerdo las buenas
inclinaciones que el Señor me había dado y cuán mal me supe aprovechar de
ellas.
Su Padre enviudo con tres hijos, Juan, Pedro y María,
luego se caso y tuvo nueve hijos, Rodrigo, Teresa, Lorenzo, Pedro, Jerónimo,
Antonio, Agustín y Juana.
4. Su ciudad
Teresa nació en la ciudad castellana de Ávila, distante a
115 km de Madrid, allí nació ella el 28 de marzo de 1515. Su padre escribió en
su diario al nacer:” Hoy 28 de marzo de 1515, nació Teresa mi hija, a las cinco
de la mañana. Su mamacita Beatriz esta cumpliendo en este día sus veinte años.
Gobierna el país el rey Fernando el Católico. Regente es el Cardenal Cisneros.
Es el según año del Pontificado del Papa León X.
5. Los deseos martirio y vivir como ermitaños siendo niña
Santa Teresa nos cuenta que con uno de sus hermanos,
Rodrigo tres años mayor que ella, leían la vida de los santos, llamándole mucho
la atención, lo que decía: “Como veía los martirios que por Dios las santas
pasaban, parecíame compraban muy barato el ir a gozar de Dios y deseaba yo
mucho morir así, no por amor que yo entendiese tenerle, sino por gozar tan en
breve de los grandes bienes que leía haber en el cielo” y así fue como concertó
con su hermano ir a tierra de los moros, “,pidiendo por amor de Dios, para que
allá nos descabezasen”. Pero no le fue posible ir a esa tierras, entonces luego
ella escribe: “De que vi que era imposible ir a donde me matasen por Dios,
ordenábamos ser ermitaños; y en una huerta que había en casa procurábamos, como
podíamos, hacer ermitas, poniendo unas pedrecillas que luego se nos caían, y
así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo; que ahora me pone
devoción ver cómo me daba Dios tan presto lo que yo perdí por mi culpa”
6. Las devociones siendo niña
Hacía limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad
para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi
madre era muy devota, y así nos hacía serlo. Gustaba mucho, cuando jugaba con
otras niñas, hacer monasterios, como que éramos monjas, y yo me parece deseaba
serlo, aunque no tanto como las cosas que he dicho.
7. Cosa juveniles
Santa Teresa, nos relata un pasaje juvenil, y nos deja a
los padres una buena enseñanza, el cuidado con las amistades, algo que ella se
dio cuenta a tiempo y sus cualidades la hicieron pasar muy bien por esta etapa.
“Comencé a traer galas y a desear contentar en parecer
bien, con mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades que
en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa. No tenía mala
intención, porque no quisiera yo que nadie ofendiera a Dios por mí”
“Si yo hubiera de aconsejar, dijera a los padres que en
esta edad tuviesen gran cuenta con las personas que tratan sus hijos, porque
aquí está
mucho mal, que se va nuestro natural antes a lo peor que
a lo mejor.”
“Por aquí entiendo el gran provecho que hace la buena
compañía, y tengo por cierto que, si tratara en aquella edad con personas
virtuosas, que estuviera entera en la virtud.”
Los santos, no dejan de ser personas humanas, pero hay
algo especial en ellos que los hace diferentes, estar iluminados por la buena
luz.
En todo caso, a don Alonso, padre de Teresa, no le
parecía bien la influencia de una amistad de la juventud, auque como dice ella
misma, “pues nunca era inclinada a mucho mal, porque cosas deshonestas
naturalmente las aborrecía”, sin embargo su padre la envío a vivir a un
monasterio, así lo relata Teresa “Porque no me parece había tres meses que
andaba en estas vanidades, cuando me llevaron a un monasterio que había en este
lugar, adonde se criaban personas semejantes, aunque no tan ruines en
costumbres como yo. Teresa tenía ya 15 años.
8. Retrato de Teresa
Según el Libro Semblanza de Santa Teresa de Jesús, del
Padre Jesús Marti Ballester, este es el retrato físico y psíquico de Teresa.
Sus contemporáneos nos han dejado su retrato. Teresa era
de estatura mediana, más bien grande que pequeña. Medía 1,68. Gruesa más que
flaca, y en todo bien proporcionada. De color blanco y encarnado, especialmente
en las mejillas. Cabello negro, limpio, reluciente y blandamente crespo. Frente
ancha y muy hermosa. Cejas un poco gruesas, de color rubio oscuro. Los ojos
negros, vivos y redondos, al reír mostraban alegría, y cuando mostraban
gravedad eran muy graves. La nariz, más pequeña que grande. La boca, ni grande
ni pequeña. Los dientes, iguales y muy blancos. La garganta ancha, blanca y no
muy alta, sino un poco metida. Manos y pies, lindos y proporcionados. Y tenía
tres lunares en la cara. Daba gran contento mirarla y oírla, porque era muy
apacible y graciosa en todas sus palabras y ademanes. Tenía particular aire y
gracia en el andar, en el hablar, en el mirar y en cualquier ademán que
hiciese. Los vestidos, aunque fuesen viejos y remendados, todos le caían muy
bien. No ignoraba Teresa las cualidades que tenía. Anciana ya, manifestaba a un
padre carmelita: «Sepa, padre, que me loaban de tres cosas temporales, que eran
de discreta, de santa y de hermosa, y yo creía que era discreta y hermosa, que
era harta vanidad, mas que era buena y santa, siempre entendía que se
engañaban». Su psicología está marcada por una gran sensibilidad, que se
manifestaba en la expresión de su rostro; sus profundos sentimientos fácilmente
le bañaban en lágrimas los ojos de pena, de ternura, de alegría o de compasión.
Lloraba con mucha frecuencia, aunque con más parsimonia, en su madurez. Tenía
una gracia natural que se llevaba a la gente de calle, y un deseo de agradar
fuera de lo común. Juan Rof Carballo ha estudiado su grafismo y ha escrito:
«Trazos llenos, vibrantes, contradictorios, muestran el juego activísimo de las
fuerzas del inconsciente. Pero todo ello aparece, y esto es lo asombroso, como
enmarcado o dominado con suavidad infinita dentro de un yo de extraordinario
poder y riqueza»
9. Un cambio en Teresa
Estando en el internado, Teresa conoció a una monja que
le fue buena compañía, ella escribió de esta amistad “Pues comenzando a gustar
de la buena y santa conversación de esta monja, holgaba me de oírla cuán bien
hablaba de Dios, porque era muy discreta y santa. Esto, a mi parecer, en ningún
tiempo dejé de holgarme de oírlo. Comenzóme a contar cómo ella había venido a
ser monja por sólo leer lo que dice el evangelio: Muchos son los llamados y
pocos los escogidos. Decíame el premio que daba el Señor a los que todo lo
dejan por El.
Un año y medio estuvo en ese monasterio, donde ella poco
a poco fue experimentando un cambio en su vida, así escribía “Comencé a rezar
muchas oraciones vocales y a procurar con todas me encomendasen a Dios, que me
diese el estado en que le había de servir.”
10. Regreso a casa
Teresa enfermo gravemente y su padre la regreso a su
casa, donde se repuso totalmente, en el período de convalecencia fue a visitar
a una hermana quien la quería mucho, en el camino pasaron por la casa de un
tío, viudo y hermano de su padre llamado Pedro, que luego fue monje, allí donde
su tío paso un corto tiempo, el influyó de alguna forma con sus libros
religiosos y su conversación espiritual, y especialmente como lo declara ella,
la causo una gran impresión las cartas de san Jerónimo.
11. El deseo de ser Monja
Dice Teresa “en esta batalla estuve tres meses,
forzándome a mí misma con esta razón: que los trabajos y pena de ser monja no
podía ser mayor que la del purgatorio”, esto es significa que al forma de
pensar era que las penas del purgatorio ere menores que las que merecía fuera
del convento.
Animada por las Epístolas de San Jerónimo, ella le
comento a su padre la intención de ser monja, pero se opuso y le respondió, una
vez que acabará su vida, esto es cuando muriese, en ese momento ella podía
tomar esa decisión.
El 2 de noviembre de 1535, siendo de madrugada, ayudada
por uno de sus hermanos, Teresa tomo la decisión de ir a visitar a una amiga
religiosa a un convento de las carmelitas, ella estaba resuelta en su
determinación, y así lo dijo “puesto que ya en esta postrera determinación ya
yo estaba de suerte, que a cualquiera que pensara servir más a Dios o mi padre
quisiera, fuera; que más miraba ya el remedio de mi alma, que del descanso ningún
caso hacía de él.” Con todo ella manifestaba su gran dolor y angustia por la
separación de su familia, especialmente su padre.
Dijo Teresa que una vez tomado el hábito, luego le dio el
Señor a entender cómo se favorece a los que se hacen fuerza para servirle y que
a la hora después fue tan grande su felicidad, que por siempre estuvo feliz de
haberlo llevado.
Su padre, luego de ingresar al convento le retiro la
negativa.
12. La toma del hábito y la profesión religiosa
El 2 de noviembre de 1536, después de un año de
postulación, le impusieron el hábito de religiosa, y el 3 de noviembre de 1537,
hizo su profesión religiosa, esto es los tres votos de pobreza, castidad y
obediencia.
13. Teresa cae gravemente enferma
El cambio de vida, entre su hogar y el monasterio, le
provoco un problema de salud, que al no ser al principio bien tratado, le
comenzó a provocar una enfermedad que se fue agravando, Teresa lo relata así:
“La mudanza de la vida y de los manjares me hizo daño a la salud, que, aunque
el contento era mucho, no bastó. Comenzáronme a crecer los desmayos y dióme un
mal de corazón tan grandísimo, que ponía espanto a quien le veía, y otros
muchos males juntos, y así pasé el primer año con harta mala salud”
Así fue como su padre la retiro del convento, a fin de
buscar mejores médicos y al no encontrarlos, ella se quedo por nueve mese en
casa de una hermana casada. Teresa estuvo enferma por casi tres años.
14. Lectura espiritual
En el camino a la casa de su hermana, paso nuevamente
donde su tío Pedro, quien le regalo un libro titulado Tercer Abecedario, que
trataba de enseñar oración de recogimiento espiritual, (escrito por Francisco
Osuna), con el aprendió la oración mental y la contemplación, y lo tuvo por
libro maestro, y guiada por aquella buena lectura, experimento un cambio
espiritual. “Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y
Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración”, escribiría Teresa.
15. El peligro de los confesores mal preparados
Teresa nos comenta sobre el peligro de los confesores que
no están bien preparados, y aconseja que para ser director espiritual, deben
ser personas bien instruidas, es así como ella escribió: “Estaba una persona de
la iglesia, que residía en aquel lugar adonde me fui a curar, de harto buena
calidad y entendimiento. Tenía letras, aunque no muchas. Yo comencéme a
confesar con él, que siempre fui amiga de letras, aunque gran daño hicieron a
mi alma confesores medio letrados, porque no los tenía de tan buenas letras
como quisiera”. Esto lo advierte para que las personas que buscan dirección le
den debida importancia a la calidad del elegido para esta tarea.
16. Teresa ayuda a un sacerdote a corregir sus faltas
Nos narra Teresa que mientras ella se sanaba de su
enfermedad, conoció a un sacerdote el cual fue su confesor, ella le tomo gran
estimación, y le hizo su comentarios en su fervor de joven religiosa, de su
gran alegría de hablar de Dios, es así como este sacerdote, viendo la gran
calidad moral que le mostraba Teresa, le llego a contar que por durante siete
años, llevaba una amistad pecaminosa y así con esa falta, el celebraba misa, a
pesar de que no creía en hechicería, el se sentía así, por esa costumbre de las
mujeres de mala fama de utilizar este argumento para atraer a los hombres.
Cuando supo de esto Teresa, comenzó con mucho cariño a hablarle de Dios y a
motivarlo a abandonar esta situación, lo que logro con éxito, porque finalmente
el sacerdote lo hizo. Luego hasta su muerte, un año y medio después el con
mucho arrepentimiento y con buenas obras, salvo su alma.
17. Teresa es dada por muerta y la confesión.
A fin de completar su tratamiento, Teresa se traslado
donde un curandera, donde paso dos meses de gran sufrimiento y no se sanó,
entonces su padre la regresó a Avila.
Un comentario de San Gregorio sobre el libro de Job, que
ella repetía a menudo en el pensamiento de daba mucha fuerza, “Si aceptamos los
bienes de la mano del Señor, ¿por qué no aceptar también de El los males?
En la fiesta de la Asunción pidió Teresa confesarse, su
padre no le permitió hacerlo, y eso que era un buen católico, pero lo hizo por
temor a que fuera como algo último en su vida, y en ese entonces le vino una parálisis
y luego un estado de inconciencia, la creyeron en estado moribundo y le
pusieron hasta cera en los ojos para que le quedaran abiertos, la amortajaron y
comenzaron a preparar el velorio, pero su padre se resistió a aceptarlo, aún
más cuando un hermano de ella la cuidaba haciendo turno, se durmió y una de la
velas del velorio provoco un amago de incendio con tal humareda que Casio se
asfixió, con todo después de cuatro días de delirio, despertó, pidiendo un
confesor, a lo que su padre feliz accedió. Teresa, después de este suceso nunca
dejo falta, aunque se venial, sin confesar.
18. San José, abogado de Teresa
Después de volver a su conciencia, Teresa estuvo 8 meses
tullida, privada de todo movimiento, con paciencia admirables soporto grandes
dolores hasta su 25 años, aceptado todo lo que le había venido, tuvo que
aprender a caminar de nuevo, igual que de pequeña, “gateando”, pero en su
soledad, recibió mucho amor de Dios, una gran fuerza, se confesaba y comulgaba
con frecuencia, leía libros espirituales, y viendo que lo médicos no la
sanaban, se encomendó a San José, así lo relata ella: “Tome por abogado y señor
al glorioso San José y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta
necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma este padre y señor
mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora
haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las
grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo,
de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros
santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este
glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor
darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra -que como tenía el
nombre de padre, siendo ayo, (padre adoptivo) le podía mandar-, así en el cielo
hace cuanto le pide.” Teresa nos quiere decir que así como Jesús le fue
obediente en la tierra durante años, que como padre adoptivo podía mandar, así
ahora Jesucristo en el Cielo, le concede cuanto pide.
19. Un poco de relajación, no hace bien
Luego de recuperada Teresa, se relajo un poco, y dejo a
un lado la oración mental y se dedico a la oración de la comunidad, ella
culpaba un poco esta situación a que el monasterio no era de clausura y entraba
y salía visitas continuamente, causando distracción, incluso con visitas de
personas pecaminosas, pero pronto comprendió que ese no era el camino, es así
como ella explica el mal que hace cuando en los convento no se practica la
estricta observancia religiosa. Ella misma se dio cuenta mientras estaba en una
conversación mundana que no le parecía dañosas a la vida espiritual, tuvo una
visión con los ojos del alma, en la cual Jesús le hizo saber que esto a El le
disgustaba.
20. Regreso a la oración contemplativa
El padre de Teresa expiro en la vigilia de la navidad de
1543, ella tenía 28 años, un sacerdote dominico, confesor de su padre, le hizo
un gran bien espiritual, al darle el consejo que no abandonara la oración
contemplativa, el comulgar con frecuencia, a partir de ese minuto no la
abandono jamás.
Según su propia experiencia ella nos enseña acerca de la
oración mental, que aunque al principio es imperfecta, nunca se debe dejar de
hacer, ya que poco a poco se perfecciona, y agrega Teresa “Y quien no la ha comenzado,
por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien. No hay aquí que temer,
sino que desear; porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser
perfecto, que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar
irá entendiendo el camino para el cielo”
Esa es la infinita bondad de Dios, que le da mucha
importancia al tiempo que a El le damos. Y que cuando nos ve arrepentido de
nuestras faltas, olvida las ofensas que le hemos hecho.
21. El Señor despierta su alma y le da luz
Dice Teresa, que andaba su alma cansada, y auque ella lo
quería, no cambiaba un modo de vida que no degustaba, entonces le sucedió, que
entrando a un oratorio (Capilla), vio una imagen, que había traído allá a
guardar, y que se había utilizado para una cierta fiesta del convento, era
Cristo, con todas sus heridas, y se impresiono mucho, así lo relata: “Vi una
imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta
fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola,
toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros.
Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el
corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento
de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”
Entonces se arrodilló y suplico que Jesús la fortaleciera de una vez y nunca
mas ofenderlo.
22. Todo es dado por Dios
Nos narra que con frecuencia le sucedía que presentía muy
cerca la presencia del Señor, y de que ninguna manera podía dudar que estaba
dentro de ella, pero esto no era una visión, mas bien un sentimiento de mística
teológica.
Todo es dado de Dios no dice Tersa, y no le parece bien
que seamos tan bajo e ingrato con Dios, por todo lo que hizo por nosotros, como
la Pasión de Jesucristo, sus dolores, y su calvario, y por todo los que nos
ama, sus obras y su grandeza para sus hijos.
El dedicarse a amar a Dios, en un gran honor, no existe
otro que se le parezca, especialmente cuando se ama de verdad, y más por
agradarle que por temor a los castigos, “El mejor tesoro que podríamos adquirir
es amar a Dios”
23. Nuestra disposición física al orar
Teresa nos recomienda la disposición física que tenemos
que tener para nuestros momentos de oración, esto es no hacerla cuando estamos
cansados, pero si darse un descanso para orar, y nos recuerda que Jesús dijo:
“Suave es su yugo, y es gran negocio no traer el alma arrastrada, como dicen,
sino llevarla con suavidad para su mayor aprovechamiento.”, esto es su yugo es
suave, por eso no hay que atormentar al alma, y no llevarla como rastra hacia
la perfección, sino suavemente.
24. Los grados de la oración
A pesar de algunas arideces en la oración, Teresa, nos
dice que al recordar todo lo que sufrió por nosotros Jesucristo, puede
llevarnos a un grado de compasión que le hace mucho bien a nuestra alma, y al
pensar en gloria que esperamos y el amor que el Señor nos tuvo y su
resurrección, no mueve a un gozo virtuoso, y muy provechoso. Estas son las
cosas, que causan devoción y nos invitan a la oración.
El primer grado de oración, es hacer muchos actos o
propósitos, de dedicarse a servir a Dios, y hacer mucho por Dios, y a despertar
el amor, para ayudar a aumentar las virtudes conforme a un libro que se llama
“Arte de servir a Dios”, que es muy bueno y apropiado para los que están en
este grado, porque obra el entendimiento, dice Teresa: “Puede representarse
delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle
siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de
sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin
procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y
necesidad.”
Es bueno andar alegres y con libertad en este grado de
oración, y no andar pensando que por eso se les ira el entusiasmo por la
devoción, si hay que huir de las ocasiones donde se puede ofender a Dios, no
hay que descuidarse y se debe se humilde en reconocer nuestra débil naturaleza,
es necesario distraerse sanamente, recrearse, así estaremos mejor para la
oración.
Dice Teresa “Tener gran confianza, porque conviene mucho
no apocar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco,
aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su favor.”
Para el segundo grado de oración Teresa nos explica con
este ejemplo: “Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y
cuán a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora el segundo modo
de sacar el agua que el Señor del huerto ordenó para que con artificio de con
un torno y arcaduces sacase el hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese
descansar sin estar continuo trabajando. Pues este modo, aplicado a la oración
que llaman de quietud, es lo que yo ahora quiero tratar”
Esto es el primero es hacer las cosas fatigadamente, “a
fuerza de brazos”, que son las dificultades del primer grado, el segundo con la
ayuda de una maquina, (un torno), esto es sacamos más, y nos cansa menos,
aunque dure mucho rato el orar.
Entonces en ese minuto, parece que el alma empezara a
gozar ya de lo que será la alegría de la gloria eterna, y a perder el interés o
la codicia por los bienes terrenales.
En el tercer grado de oración, dice Teresa “Vengamos
ahora a hablar de la tercera agua con que se riega esta huerta, que es agua
corriente de río o de fuente, que se riega muy a menos trabajo, aunque alguno
da el encaminar el agua. Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que
casi El es el hortelano y el que lo hace todo.”
En este grado, el alma solo quiere ocuparse de Dios, es
como un sueño, da mucho gusto, es un suave deleite sin comparación, como el que
da el agua en una garganta que estuvo seca, de un alma en gracia que aun no
puede ir más adelante, pero tampoco puede volver atrás, o como un cirio o
candela que le falta poco para finalizar, esto es morir de las cosas del mundo
y estar gozando de Dios, Teresa dice con sus palabras: “Yo no sé otros términos
cómo lo decir ni cómo lo declarar, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque
ni sabe si hable ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino,
una celestial locura, adonde se desprende la verdadera sabiduría, y es
deleitosísima manera de gozar el alma.”
El cuarto grado de oración. Escribe Teresa: “El Señor me
enseñe palabras cómo se pueda decir algo de la cuarta agua. Bien es menester su
favor, aun más que para la pasada; porque en ella aún siente el alma no está
muerta del todo, que así lo podemos decir, pues lo está al mundo; mas, como
dije, tiene sentido para entender que está en él y sentir su soledad, y
aprovéchase de lo exterior para dar a entender lo que siente, siquiera por
señas. “
Teresa hace toda una declaración de la gran dignidad que
adquiere el alma en este estado, es para que muchos pedan animarse, para
entusiasmar a muchos a la oración, porque es un estado de divinidad que el
Señor aprecia, por tanto nos exhorta a esforzarnos a llegar a esta grado, ya
que se puede alcanzar en nuestra vida, no por merecerlo si no por la bondad de
Dios.
Teresa nos escribe en libro de su vida “En toda la
oración y modos de ella que queda dicho, alguna cosa trabaja el hortelano;
aunque en estas postreras va el trabajo acompañado de tanta gloria y consuelo
del alma, que jamás querría salir de él, y así no se siente por trabajo, sino
por gloria. Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza.
Entiéndese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos los bienes,
mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de
manera que no queda ninguno desocupado para poder en otra cosa, exterior ni
interiormente.”
25. El modo de llevar la oración y el consejero
espiritual
En una momento sucedió que alguna mujeres se sentía muy
iluminadas por Dios en su grado de oración, pero descubrió que estaba engañadas
por el demonio, entonces temió de ella misma, al creer que por gran deleite y
suavidad que sentía, algo de lo cual no podía excusarse, puesto que veía en
ella una gran seguridad de que era Dios que la hacia sentir así cuando estaba
en oración.
Para disipar los temores decidió consultar a una persona
espiritual para consultarle sobre su modo de oración, a fin de la iluminara si
estaba errada o no, consulto con un hombre ejemplar que la derivó a un clérigo,
el que no le dio importancia al modo de orar de Teresa y además no la quiso
confesar, aún mas, ambos luego de analizar el modo de oración de Teresa, le
insinuaron que lo que le sucedía era cosa del demonio, pero al verla tan angustiada
por esto, le consiguieron un guía espiritual Jesuita. Con todo, este jesuita
luego le aclaró, que lo que estaba sintiendo venía de Dios y no del Diablo.
Consolada y animada comenzó una vida nueva, contenta e iniciada en un nuevo
modo de Ejercicios Espirituales, como lo hacían los Jesuitas.
26. La transverberación.
Se denomina así a la experiencia mística de ser
traspasado en el corazón causando una gran herida.
Narración de Teresa: Quiso el Señor que viese aquí
algunas veces esta visión: veía un ángel cabe (junto a) mí hacia el lado
izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque
muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión
pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era
grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los
ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. (encendidos de amor). Deben ser
los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en
el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que
no lo sabría decir. Veíale (observo) en las manos un dardo de oro largo, y al
fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el
corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía
las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan
grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad
que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se
contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual,
aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan
suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar
a quien pensare que miento. Los días que duraba esto andaba como embobada. No
quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mí era mayor
gloria que cuantas hay en todo lo criado.
27. El encuentro con San Pedro Alcántara
En Avila, se oían murmuraciones en contra Teresa, incluso
su confesor la trataba con dureza, le suspendió temporalmente de comulgar, le
pidió suspender la meditación y la contemplación, por ese entonces estaba en un
casa fuera del convento, donde a solas le sucedían éxtasis, esto es un estado
en el que el alma alcanza una unión mística con Dios por medio de la
contemplación y del amor, es un estado de la persona cautivada por visiones o
sensaciones extremadamente bellas, agradables o placenteras.
Entonces se le ordenó regresar al convento, y esto la
asustaba, por que allí no estaría sola ante estos éxtasis, por lo cual había
pensado emigrar a otro convento, pero sucedió que llego por aquel lugar el ya
famoso fraile Pedro de Alcántara, un religioso que por cuarenta años dormía una
hora y media, que incluso cuando dormía lo hacia sentado, vestía con telas
ordinarias, y caminaba descalzo, ayunaba día por medio, o más, nunca levantaba
la vista, ni siquiera conocía la cara de otros frailes de su convento. Cuando
se encontró con Teresa él tenía como sesenta años. El encuentro con él le dio
gran tranquilidad, ya que le aseguró que siguiera tranquila, en la vida de
oración, tal como lo estaba haciendo, y le confirmó que lo que le sucedía venía
de Dios.
28. Visión de demonio
Relato de Teresa en el Libro la Vida: Estaba una vez en
un oratorio, (capilla) y aparecióme hacia el lado izquierdo, de abominable
figura; en especial miré la boca, porque me habló, que la tenía espantable.
Parecía le salía una gran llama del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra.
Díjome espantablemente que bien me había librado de sus manos, mas que él me
tornaría a ellas. Yo tuve gran temor y santigüéme como pude, y desapareció y
tornó luego. Por dos veces me acaeció esto. Yo no sabía qué me hacer. Tenía
allí agua bendita y echélo hacia aquella parte, y nunca más tornó.
29. La Reforma de la comunidad
Habiendo cierto día comulgado, sintió que el Señor le
pidió que se esforzara por fundar un nuevo convento, algo que ya había
planeado, asegurándole que recibiría su ayuda y que el proyecto saldría
adelante, y que debería llamarse san José, y que además que guardarían sus
puertas El y la Virgen, y que Cristo andaría siempre entre ellas.
Ella le rogó a su confesor su ayuda quien en no se opuso,
pero tampoco se arriesgó, a aprobar la idea, siguiendo el orden, le consulto a
Padre Provincial a través de una buena señora amiga, contándole que sería un
monasterio de clausura.
Pero como esto se supo en el convento de la Encarnación,
entre los celos, y burlas, oposiciones del clero y parte de la comunidad se
rechazo la idea.
Entonces a través de una de sus hermanas y en secreto
hizo comprar la propiedad, para hacer la construcción del nuevo convento. En
una ocasión se encontró sin dinero para el pago de los jornaleros, (oficiales),
entonces Teresa relata lo siguiente: “Me apareció San José, mi verdadero padre
y señor, y me dio a entender que no me faltarían, que los concertase. Y así lo
hice sin ninguna blanca, y el Señor, por maneras que se espantaban los que lo
oían, me proveyó.
Así fue como tiempo después, y con ausencia de Teresa,
porque se le encomendó acompañar a una dama viuda en Toledo, se término la
construcción en el momento que llega la autorización desde Roma para fundar el
convento. Con todo, aún faltaba convencer al Señor Obispo, asunto del que se
encargó el fray Pedro Alcántara, quien lo llego a convencer. Así en agosto de
1562 ingresaron al nuevo convento, colocando como guardianes las imágenes de la
Virgen en la puerta principal y la de san José en la Capilla.
Sin embargo, a Teresa se le ordeno regresar al convento
de la Encarnación, y después de largo juicios que llegaron a resolverse con
participación de todos los personajes de importancia de la ciudad, entre
clérigos y autoridades civiles. Estos duraron casi una año, antes de resolver
finalmente favorable. Tenía ya 47 años cunado ingreso por fin al monasterio de
San José. A partir de esa instancia Teresa se comenzó a llamar Teresa de Jesús.
30. Nuevos conventos
En 1567, el superior general de los carmelitas, Juan
Bautista Rubio (Rossi), visitó el convento de Avila y quedó encantado de la
superiora y de su sabio gobierno; concedió a Santa Teresa plenos poderes para
fundar otros conventos del mismo tipo (a pesar de que el de San José había sido
fundado sin que él lo supiese) y aun la autorizó a fundar dos conventos de
frailes reformados ("carmelitas contemplativos"), en Castilla.
Santa Teresa pasó cinco años con sus trece religiosas en
el convento de san José, precediendo a sus hijas no sólo en la oración, sino
también en los trabajos humildes, como la limpieza de la casa y el hilado.
Acerca de esa época escribió: "Creo que fueron los años más tranquilos y
apacibles de mi vida, pues disfruté entonces de la paz que tanto había deseado
mi alma . . . Su Divina Majestad nos enviaba lo necesario para vivir sin que
tuviésemos necesidad de pedirlo, y en las raras ocasiones en que nos veíamos en
necesidad, el gozo de nuestras almas era todavía mayor".
La santa no se contenta con generalidades, sino que
desciende a ejemplos menudos, como el de la religiosa que plantó
horizontalmente un pepino por obediencia y la cañería que llevó al convento el
agua de un pozo que, según los plomeros, era demasiado bajo.
En agosto de 1567, Santa Teresa se trasladó a Medina del
Campo, donde fundó el segundo convento, a pesar de las múltiples dificultades
que surgieron. A petición de la condesa de la Cerda se fundo un convento en
Malagón. Después siguieron los de Valladolid y Toledo. Esta última fue una
empresa especialmente difícil porque la santa sólo tenía cinco ducados al
comenzar; pero, según escribía, "Teresa y cinco ducados no son nada; pero
Dios, Teresa y cinco ducados bastan y sobran".
Una joven de Toledo, que gozaba de gran fama de virtud,
pidió ser admitida en el convento y dijo a la fundadora que traería consigo su
Biblia. Teresa exclamó: "¿Vuestra Biblia? ¡Dios nos guarde! No entréis en
nuestro convento, porque nosotras somos unas pobres mujeres que sólo sabemos
hilar y hacer lo que se nos dice". No es que la santa rechazare la Biblia,
sino que supo descubrir que esta se habría convertido en un pretexto para
faltar en humildad.
31. La reforma de los religiosos carmelitas
La santa había encontrado en Medina del Campo a dos
frailes carmelitas que estaban dispuestos a abrazar la reforma: uno era Antonio
de Jesús de Heredia, superior del convento de dicha ciudad y el otro, Juan de
Yepes, más conocido con el nombre de San Juan de la Cruz.
Aprovechando la primera oportunidad que se le ofreció,
Santa Teresa fundó un convento de frailes en el pueblecito de Duruelo en 1568;
a este siguió, en 1569, el convento de Pastrana. En ambos reinaba la mayor
pobreza y austeridad. Santa Teresa dejó el resto de las fundaciones de
conventos de frailes a cargo de San Juan de la Cruz.
32. Nuevas fundaciones, dificultades y gracias
extraordinarias
La santa fundó también en Pastrana un convento de
carmelitas descalzas. Cuando murió Don Ruy Gómez de Silva, quien había ayudado
a Teresa en la fundación de los conventos de Pastrana, su mujer quiso hacerse
carmelita, pero exigiendo numerosas dispensas de la regla y conservando el tren
de vida de una princesa. Teresa, viendo que era imposible reducirla a la
humanidad propia de su profesión, ordenó a sus religiosas que se trasladasen a
Segovia y dejasen a la princesa su casa de Pastrana.
En 1570, la santa, con otra religiosa, tomó posesión en
Salamanca de una casa que hasta entonces había estado ocupada por ciertos
estudiantes "que se preocupaban muy poco de la limpieza". Era un
edificio grande, complicado y ruinoso, de suerte que al caer la noche la
compañera de la santa empezó a ponerse muy nerviosa. Cuando se hallaban ya
acostadas en sendos montones de paja ("lo primero que llevaba yo a un
nuevo monasterio era un poco de paja para que nos sirviese de lecho"),
Teresa preguntó a su compañera en qué pensaba. La religiosa respondió:
"Estaba yo pensando en qué haría su reverencia si muriese yo en este
momento y su reverencia quedase sola con un cadáver". La santa confiesa
que la idea la sobresaltó, porque, aunque no tenía miedo de los cadáveres, la
vista de ellos le producía siempre "un dolor en el corazón". Sin
embargo, respondió simplemente: "Cuando eso suceda, ya tendré tiempo de
pensar lo que haré, por el momento lo mejor es dormir".
En julio de ese año, mientras se hallaba haciendo
oración, tuvo una visión del martirio de los beatos jesuitas Ignacio de Azevedo
y sus compañeros, entre los que se contaba su pariente Francisco Pérez Godoy.
La visión fue tan clara, que Teresa tenía la impresión de haber presenciado
directamente la escena, e inmediatamente la describió detalladamente al P.
Alvarez, quien un mes más tarde, cuando las nuevas del martirio llegaron a
España, pudo comprobar la exactitud de la visión de la santa.
33. Nombrada superiora de La Encarnación
Por entonces, San Pío V nombró a varios visitadores
apostólicos para que hiciesen una investigación sobre la relajación de las
diversas órdenes religiosas, con miras a la reforma. El visitador de los
carmelitas de Castilla fue un dominico muy conocido, el P. Pedro Fernández. El
efecto que le produjo el convento de La Encarnación de Avila fue muy malo, e
inmediatamente mandó llamar a Santa Teresa para nombrarla superiora del mismo.
La tarea era particularmente desagradable para la santa, tanto porque tenía que
separarse de sus hijas, como por la dificultad de dirigir una comunidad que,
desde el principio, había visto con recelo sus actividades de reformadora.
Al principio, las religiosas se negaron a obedecer a la
nueva superiora, cuya sola presencia producía ataques de histeria en algunas.
La santa comenzó por explicarles que su misión no consistía en instruirlas y
guiarlas con el látigo en la mano, sino en servirlas y aprender de ellas:
"Madres y hermanas mías, el Señor me ha enviado aquí por la voz de la
obediencia a desempeñar un oficio en el que yo jamás había pensado y para el
que me siento muy mal preparada . . . Mi única intención es serviros . . . No
temáis mi gobierno. Aunque he vivido largo tiempo entre las carmelitas
descalzas y he sido su superiora, sé también, por la misericordia del Señor,
cómo gobernar las carmelitas calzadas". De esta manera se ganó la simpatía
y el afecto de la comunidad y le fue menos difícil restablecer la disciplina
entre las carmelitas calzadas, de acuerdo con sus constituciones. Poco a poco
prohibió completamente las visitas demasiado frecuentes (lo cual molestó mucho
a ciertos caballeros de Avila), puso en orden las finanzas del convento e
introdujo el verdadero espíritu del claustro. En resumen, fue aquella una
realización característicamente teresiana.
34. Sevilla
En Veas, a donde había ido a fundar un convento, la santa
conoció al P. Jerónimo Gracián, quien la convenció fácilmente para que
extendiese su campo de acción hasta Sevilla. El P. Gracián era un fraile de la
reforma carmelita que acababa precisamente de predicar la cuaresma en Sevilla.
Fuera de la fundación del convento de San José de Avila,
ninguna otra fue más difícil que la de Sevilla; entre otras dificultades, una
novicia que había sido despedida, denunció a las carmelitas descalzas ante la
Inquisición como "iluminadas" y otras cosas peores.
35. La persecución lleva a la separación entre calzados y
descalzos
Los carmelitas de Italia veían con malos ojos el progreso
de la reforma en España, lo mismo que los carmelitas no reformados de España,
pues comprendían que un día u otro se verían obligados a reformarse. El P.
Rubio, superior general de la orden, quien hasta entonces había favorecido a
santa Teresa, se pasó al lado de sus enemigos y reunió en Plasencia un capítulo
general que aprobó una serie de decretos contra la reforma. El nuevo nuncio
apostólico, Felipe de Sega, destituyó al P. Gracián de su cargo de visitador de
los carmelitas descalzos y encarceló a San Juan de la Cruz en un monasterio;
por otra parte, ordenó a Santa Teresa que se retirase al convento que ella
eligiera y que se abstuviese de fundar otros nuevos.
La santa, al mismo tiempo que encomendaba el asunto a
Dios, decidió valerse de los amigos que tenía en el mundo y consiguió que el
propio Felipe II interviniese en su favor. En efecto, el monarca convocó al
nuncio y le reprendió severamente por haberse opuesto a la reforma del Carmelo.
En 1580 obtuvo de Roma una orden que eximía a los
carmelitas descalzos de la jurisdicción del provincial de los calzados.
"Esa separación fue uno de los mayores gozos y consolaciones de mi vida,
pues en aquellos veinticinco años nuestra orden había sufrido más persecuciones
y pruebas de las que yo podría escribir en un libro. Ahora estábamos por fin en
paz, calzados y descalzos, y nada iba a distraernos del servicio de Dios".
36. Aguila y paloma
Indudablemente Santa Teresa era una mujer
excepcionalmente dotada. Su bondad natural, su ternura de corazón y su
imaginación chispeante de gracia, equilibradas por una extraordinaria madurez
de juicio y una profunda intuición, le ganaban generalmente el cariño y el
respeto de todos. Razón tenía el poeta Crashaw al referirse a Santa Teresa bajo
los símbolos aparentemente opuestos de "el águila" y "la
paloma". Cuando le parecía necesario, la santa sabía hacer frente a las
más altas autoridades civiles o eclesiásticas, y los ataques del mundo no le
hacían doblar la cabeza. Las palabras que dirigió al P. Salazar: "Guardaos
de oponeros al Espíritu Santo", no fueron el reto de una histérica sino la
verdad. Y no fue un abuso de autoridad lo que la movió a tratar con dureza
implacable a una superiora que se había incapacitado a fuerza de hacer
penitencia. Pero el águila no mata a la paloma, como puede verse por la carta
que escribió a un sobrino suyo que llevaba una vida alegre y disipada:
"Bendito sea Dios porque os ha guiado en la elección de una mujer tan
buena y ha hecho que os caséis pronto, pues habíais empezado a disiparos desde
tan joven, que temíamos mucho por vos. Esto os mostrará el amor que os profeso".
La santa tomó a su cargo a la hija ilegítima y a la hermana del joven, la cual
tenía entonces siete años: "Las religiosas deberíamos tener siempre con
nosotras a una niña de esa edad".
37. Ingenio y franqueza
El ingenio y la franqueza de Teresa jamás sobrepasaban la
medida, ni siquiera cuando los empleaba como un arma. En cierta ocasión en que
un caballero indiscreto alabó la belleza de sus pies descalzos, Teresa se echó
a reír y le dijo que los mirase bien porque jamás volvería a verlos. Los famosos
dichos "Bien sabéis lo que es una comunidad de mujeres" e "Hijas
mías, estas son tonterías de mujeres", demuestran el realismo con que la
santa consideraba a sus súbditas.
Criticando un escrito de su buen amigo Francisco de
Salcedo, Teresa le escribía: "El señor Salcedo repite constantemente:
'Como dice el Espíritu Santo', y termina declarando que su obra es una serie de
necedades. Me parece que voy a denunciarle a la Inquisición".
38. Selección de novicias
La intuición de Santa Teresa se manifestaba sobre todo en
la elección de las novicias. Lo primero que exigía, aun antes que la piedad,
era que fuesen inteligentes, es decir, equilibradas y maduras, porque sabía que
es más fácil adquirir la piedad que la madurez de juicio. "Una persona
inteligente es sencilla y sumisa, porque ve sus faltas y comprende que tiene
necesidad de un guía. Una persona tonta y estrecha es incapaz de ver sus
faltas, aunque se las pongan delante de los ojos; y como está satisfecha de sí
misma, jamás se mejora". "Aunque el Señor diese a esta joven los
dones de la devoción y la contemplación, jamás llegará a ser inteligente, de
suerte que será siempre una carga para la comunidad". ¡Que Dios nos guarde
de las monjas tontas!"
39. Últimos años
En 1580, cuando se llevó a cabo la separación de las dos
ramas del Carmelo, Santa Teresa tenía ya sesenta y cinco años y su salud estaba
muy debilitada. En los dos últimos años de su vida fundó otros dos conventos,
lo cual hacía un total de diecisiete. Las fundaciones de la santa no eran
simplemente un refugio de las almas contemplativas, sino también una especie de
reparación de los destrozos llevados a cabo en los monasterios por el
protestantismo, principalmente en Inglaterra y Alemania.
Dios tenía reservada para los últimos años de vida de su
sierva, la prueba cruel de que interviniera en el proceso legal del testamento
de su hermano Lorenzo, cuya hija era superiora en el convento de Valladolid.
Como uno de los abogados tratase con rudeza a la santa, ésta replicó:
"Quiera Dios trataros con la cortesía con que vos me tratáis a mí".
Sin embargo, Teresa se quedó sin palabra cuando su sobrina, que hasta entonces
había sido una excelente religiosa, la puso a la puerta del convento de
Valladolid, que ella misma había fundado. Poco después, la santa escribía a la
madre de María de San José: "Os suplico, a vos y a vuestras religiosas,
que no pidáis a Dios que me alargue la vida. Al contrario, pedidle que me lleve
pronto al eterno descanso, pues ya no puedo seros de ninguna utilidad".
En la fundación del convento de Burgos, que fue la
última, las dificultades no escasearon. En julio de 1582, cuando el convento
estaba ya en marcha, Santa Teresa tenía la intención de retornar a Avila, pero
se vio obligada a modificar sus planes para ir a Alba de Tormes a visitar a la
duquesa María Henríquez. La Beata Ana de San Bartolomé refiere que el viaje no
estuvo bien proyectado y que Santa Teresa se hallaba ya tan débil, que se
desmayó en el camino. Una noche sólo pudieron comer unos cuantos higos. Al
llegar a Alba de Tormes, la santa tuvo que acostarse inmediatamente. Tres días
más tarde, dijo a la Beata Ana: "Por fin, hija mía, ha llegado la hora de
mi muerte". El P. Antonio de Heredia le dio los últimos sacramentos y le
preguntó donde quería que la sepultasen. Teresa replicó sencillamente:
"¿Tengo que decidirlo yo? ¿Me van a negar aquí un agujero para mi
cuerpo?" Cuando el P. de Heredia le llevó el viático, la santa consiguió
erguirse en el lecho, y exclamó: "¡Oh, Señor, por fin ha llegado la hora
de vernos cara a cara!" Santa Teresa de Jesús, visiblemente transportada
por lo que el Señor le mostraba, murió en brazos de la Beata Ana a las 9 de la
noche del 4 de octubre de 1582.
Precisamente al día siguiente, entró en vigor la reforma
gregoriana del calendario, que suprimió diez días, de suerte que la fiesta de
la santa fue fijada, más tarde, el 15 de octubre.
Santa Teresa fue sepultada en Alba de Tormes, donde
reposan todavía sus reliquias.
Su canonización tuvo lugar en 1622.
El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI le reconoció el
título de Doctora de la Iglesia.
En la actualidad, las carmelitas descalzas son aprox.
14.000 en 835 conventos en el mundo. Los carmelitas descalzos son 3.800 en 490
conventos.
Bibliografía
El Libro de la Vida
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Caminando con Jesús
3. Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia
(1515-1583) "Mujer de inteligencia peregrina y
corazón sublime de cristiana, fue más divina cuanto más humana, y más humana
cuanto más divina". Así cantó de ella Gabriel y Galán.
Nació Teresa de Cepeda y Ahumada el año de 1515, en el
seno de una familia patricia de doce hijos, siendo educada muy cristianamente.
A la edad de 12 años construyó una cabaña como la de los padres del desierto en
el jardín de sus progenitores; y también deseó ponerse en camino, junto con su
hermano Rodrigo, para ir con los moros a buscar las palmas del martirio, para
ser decapitada por Cristo, pero su tío se lo impidió y la hizo volver a la casa
paterna. Es internada. Muere su madre y atraviesa una temporada un tanto
desviada de sus fervores anteriores. De adolescente fue soñadora y novelera,
con gran afición a los libros de caballería, coqueta, y "enemiguísima de
ser monja". A los veinte años ingresa, sin permiso de su padre, al
Convento de la Encarnación. Viste el hábito carmelitano y hace sus Votos
Religiosos en 1537.
Cae muy enferma y sale del convento, y después de sanar
prosigue un penoso camino de arideces, tentaciones e incomprensiones que van
edificando su alma.
Su vida está todavía muy lejos de dar ese "Sí"
definitivo o de que sea la tercera conversión al Señor. Esta no llegará hasta
la Cuaresma de 1554, cuando ella tenga ya 39 años. Hasta antes de esa edad
Teresa vivirá en un ambiente religioso muy mediocre. Se entrega de lleno al
Señor y... para siempre. Su vida tuvo un cambio profundo. Sintió un llamado
especial de Dios a la santidad y respondió con DECISION y GENEROSIDAD.
Ella acostumbraba decir:
"Ntro. Señor quiere y ama a las almas animosas y
humildes. En la vida espiritual hace falta emprender grandes cosas".
Su existencia fue desde entonces un milagro contínuo lleno
de visiones, éxtasis, persecuciones demoníacas y apariciones de Ntro. Señor.
Felizmente para liberarla de los teólogos que la asediaban y la inducían al
error, Dios le envió al gran místico, Pedro de Alcántara. Este continuó
guiándola
apareciéndosele después de muerto.
A partir de 1562 llevó a cabo grandes obras como fueron
las fundaciones de numerosos centros de vida contemplativa y logró, tras
difíciles oposiciones, la reforma del Carmelo, y sin embargo pudo gozar de la
quietud que reclama la más alta contemplación, escalando siempre las más
elevadas cumbres. En 1568 funda el primer convento de Padres reformados, yendo
a la cabeza San Juan de la Cruz.
Herida de una pierna, se quejó un día con el Señor,
diciéndole:
"Señor, después de tantos problemas, ¿hacía falta
también éste? A lo que el Señor le contestó: "Teresa, yo así trato a mis
amigos" y ella Concluyó
diciendo: "¡Ah, Dios mío! Ahora entiendo por qué
tienes tan pocos amigos".
Escribe libros prodigiosos llenos de sabiduría y
experiencia mística: su autobiografía, camino de perfección, las moradas,
cartas , poesías, modo de visitar conventos, constituciones... libros que son
un prodigio de gracia personal, simpatía y elevación. Teresa fue la admiración
de propios y extraños. En éxtasis o entre pucheros, es la SANTA DE LA
NATURALIDAD SOBRENATURAL, de una sencillez altísima que parece inasequible a
los humanos sin la ayuda de Dios. Muere en Alba de Tormes, España en 1582. Es
canonizada en 1622 y el 27 de septiembre de 1970 es declarada Doctora de la
Iglesia por el Papa Paulo VI.
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