7 Domingos de San José: Domingo 2


José no era un hombre extraordinario, según se desprende del Evangelio, sino un hombre corriente que vivió junto con los demás hombres y mujeres de su época. Tenía sus luchas, sus fatigas, sus penas, sus gozos y sus alegrías, que es lo que recordamos en los siete domingos dedicados al santo patriarca de la Iglesia.

En este segundo domingo, el Evangelio de san José nos lleva al nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. El nacimiento de Jesús fue accidentado. Nos dice el evangelio de Lucas (Lc, 2, 1-9) que estando María encinta, al final de su embarazo, una Ley del César de Roma obligó a que se censaran todos los ciudadanos del Imperio Romano, cada uno a su ciudad de origen. José, como hijo de David, tuvo que desplazarse desde Nazaret –donde vivía desde que volvió de Egipto– a Belén, que se encuentra a unos 160 kilómetros al sur.

El viaje realmente era duro, pues debían recorrer esa distancia con su esposa María encinta de ocho meses. Al llegar a Belén nadie les acogió: no había sitio en la posada, nos informa el Evangelio, ni nadie les dio cobijo. Y llegado el momento del parto, Maria tuvo a su Hijo en un establo. El Hijo del Hombre, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, quiso nacer en un pesebre.

María y José estaban tan unidos a la voluntad de Dios que aceptaron su situación a lo mejor sin comprender mucho. Debió ser un gran dolor para José. Como cabeza de familia aquello suponía un gran fracaso, pero Dios es imprevisible. José empieza a conocer el paso de Dios que no coincide con el de los hombres.

Después de este dolor vino el gran gozo de José y de María al ver y escuchar a los ángeles cantando: “gloria a Dios en las alturas y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Y vinieron los pastores a adorar el Niño y José se lo mostraría con la ilusión de un padre.

¡Cuánta bondad la de José conmigo! Me enseña al Niño y yo lo cojo y le beso y, de paso, miro a María, la Madre de Misericordia.
Pasamos este segundo domingo meditando la pena y el gran gozo de José en el nacimiento del Mesías Salvador del mundo. ¡Nada fue fácil para san José!
Después de hacer la señal de la Cruz rezamos la oración a San José:

Oración a San José
 A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.

Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.

Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.

Después pedimos las gracias para este domingo confiadamente, porque el santo patriarca es muy generoso. Finalmente rezamos un Padrenuestro por las intenciones del Papa. Y terminamos: San José ruega por nosotros; ruega por mí.

Fuente: http://es.aleteia.org/2017/02/05/segundo-domingo-de-san-jose-ante-las-dificultades-fe/
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