Jesús le
dijo a Santa Margarita: “…que el viernes siguiente a la fiesta de Corpus
Christi se celebre una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando en
dicho día y reparando las ofensas que ha recibido (…). Te prometo que mi
Corazón derramará con abundancia las bendiciones de su Divino Amor sobre
cuantos le tributen este homenaje y trabajen en propagar esta práctica.”
El
corazón siempre ha representado el lugar físico donde tendrían cabida las
emociones, los deseos, los afectos, las actitudes; los sentimientos del ser
humano, pero también la falta de ellos. En la Sagradas Escrituras, la palabra
“corazón” es mencionada entre ochocientas y mil doscientas veces, dependiendo
de la versión de la Biblia que tomemos. Así como generalmente el corazón representa
la parte más elevada del alma, simbolizando la perfección interior, también se
refiere al espacio donde tienen lugar las dudas, las tentaciones, los malos
deseos y el pecado: “Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado
en el corazón de Judas Iscariote (…) el propósito de entregarle” (Jn 13,2).
De allí
la importancia de procurar que nuestro corazón cristiano esté consagrado y se
mantenga siempre unido a los Sagrados Corazones de Jesús y María; pues de ser
así, el mal no encontrará en él un lugar para el pecado. No es casual que
durante los últimos tiempos, Juan Pablo II haya hablado con tanta frecuencia de
los Corazones Unidos de Jesús y María. Ya en esta ocasión del año Santo Mariano
(1987-1988) nuestro Papa invitaba a todos los cristianos a participar de una
“alianza a través de la consagración personal de la confianza” a los Sagrados
Corazones. Incluso antes, el 22 de septiembre de 1986, el Santo Padre explicó
del siguiente modo la trascendencia de ese acto: “Al consagrarnos al Corazón de
María, descubrimos el camino seguro al Sagrado Corazón de Jesús, símbolo del
amor misericordioso de Nuestro Salvador”.
Orígen
Bíblico de la Devoción
La
Devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María, tiene raíces y fundamento
en las Sagradas Escrituras, independientemente que dicha devoción fuera
promovida en forma especial por ciertas revelaciones privadas que se dieron en
distintas épocas.
En el
primer mandamiento entregado a Moisés, Dios mismo nos manda a que lo amemos
“con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas”
(Dt 6,5). Sin embargo, sabiendo que nuestros corazones son limitados para
sentir el amor infinito que se debe a un Dios infinito, el Señor prometió desde
la antigüedad que Él nos daría un corazón y un espíritu nuevos, que nos
permitirían cumplir con Su mandato. Este nuevo corazón es el Corazón de Jesús,
Su Hijo, cuya Encarnación viene a dar cumplimiento a varias profecías: “Les
daré un corazón nuevo, y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de
su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 36,26).
A lo
largo de los siglos, al ir descubriendo los misterios de la fe cristiana, el
Corazón de Jesús se dio a conocer como el símbolo del Amor de Dios por Su
pueblo, un amor tan grande que, en el Calvario, se abrió y fue traspasado por
nosotros: “…uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante
salió sangre y agua (…). Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura (…) ‘
Contemplarán al que traspasaron’.” (Jn 19,34 y ss.)
Con el
paso del tiempo, muchos santos y místicos nos hablaron del Corazón de Jesús,
confirmando el mensaje profundo de este misterio. Pero también nos hablaron del
Corazón de María y de la unión inseparable de ambos Corazones. Las Sagradas Escrituras
nos comentan que Ella “atesoraba” todas sus vivencias al lado de Jesús, y “las
meditaba en su corazón” (Cfr. Lc 2, 19 y 2, 51). En el mismo capítulo de Lucas,
encontramos la profecía del anciano Simeón, quien al conocer al Niño Jesús, a
las puertas del templo, predijo a María que “una espada atravesaría su corazón”
(Cfr. Lc 2, 39), refiriéndose al dolor que sufriría la Virgen con la Pasión y
muerte de nuestro Redentor.
¿Podrían
acaso separarse dos corazones unidos por el amor infinito y por el extremo
dolor? En el siglo XIV, en revelaciones privadas, la Virgen María dijo a Santa
Brígida de Suecia: “Jesús y yo nos amamos tan tiernamente en la tierra, que
éramos un solo corazón”. Durante una visión que esta mística tuvo de la Pasión
y Crucifixión de Cristo, María dijo también: “…Su sufrimiento se volvió mi
sufrimiento, porque Su Corazón era el mío. Y tal como Adán y Eva vendieron al
mundo (…) mi Hijo y yo redimimos al mundo con un Corazón”.
San Juan
de Eudes y Santa Margarita revelaron al mundo el amor y la misericordia de
Dios, que se pone al alcance de todas las almas a través de los corazones de
Jesús y María.
En el
siglo XVII, el Señor manifestó Su plan para el mundo, a fin de que éste
comprendiera mejor los misterios de Su Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón
de María. Dos santos contemporáneos entre sí, San Juan de Eudes (1601-1680) y
Santa Margarita (1647-1690) revelaron al mundo el amor y la misericordia de
Dios, que se pone al alcance de todas las almas a través de los corazones de
Jesús y María.
Jesús
explicó a Santa Margarita María que el amor de Su Corazón debía de extenderse y
manifestarse a los hombres, y que a través de ellos, Él derramaría grandes
gracias sobre el mundo. Esto fue lo que él dijo, mostrándole en una visión Su
Corazón: “Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y al que nada se
ha perdonado hasta consumirse y agotarse para demostrarles Su amor; y en
cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes, por las irreverencias,
desprecios y sacrilegios hacia Él en este Sacramento de Amor.”
Y
refiriéndose a algunos sacerdotes y religiosos de la época, Jesús agregó: “Pero
lo que todavía me es más doloroso es que obran así hasta los corazones que de
manera especial, se han consagrado a Mí. Por esto te pido, que el viernes
siguiente a la fiesta de Corpus Christi se celebre una fiesta particular para
honrar mi Corazón, comulgando en dicho día y reparando las ofensas que ha
recibido en el Augusto Sacramento del Altar. Te prometo que mi Corazón
derramará con abundancia las bendiciones de su Divino Amor sobre cuantos le
tributen este homenaje y trabajen en propagar esta práctica.” Le dijo también:
“Y yo te prometo, en el exceso de misericordia de mi Corazón, que mi amor
todopoderoso concederá, a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes
de mes seguidos, la gracia de la penitencia final. Ellos no morirán en
desgracia sin haber recibido los Santos Sacramentos, siéndoles mi Corazón
refugio seguro en aquella hora postrera.”
Práctica
de los nueve primeros viernes de mes
Esta
revelación dio origen a una gran devoción al Sagrado Corazón de Jesús y, entre
otras cosas, a la práctica de los nueve primeros viernes de mes. De este modo,
el Corazón de Jesús llegó a considerarse como el símbolo de ese amor infinito
por el cual el Verbo se hizo Carne, instituyó la Sagrada Eucaristía, tomó sobre
sí nuestros pecados y, muriendo en la cruz, se ofreció a Sí mismo como víctima
y sacrificio al Padre Eterno.
San Juan
de Eudes fue conocido por desarrollar la ‘doctrina del corazón’. Su obra ayudó
también a establecer las fiestas litúrgicas de los Corazones de Jesús y María.
Favorecido con apariciones y visiones, él afirmó de haber escuchado de Jesús:
“Os he dado este admirable Corazón de mi amadísima Madre, que es uno Conmigo,
para que sea auténticamente vuestro corazón”.
Una
devoción más oportuna que nunca
En
nuestros días, cuando el mundo esta convulsionado por la violencia y las
guerras, debemos renovar nuestra devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y
María. Y esta devoción debe estar orientada a que nuestros corazones se hagan
uno con los de nuestro Redentor y Su venerable Madre. De esta manera podremos
adelantar la misericordia de Dios sobre la humanidad, que vive días de
incertidumbre, angustia y confusión.
La mejor
forma de hacerlo es respondiendo a la invitación de Nuestro Señor Jesucristo y
Su Santa Madre: la devoción de la comunión reparadora de los nueve primeros
viernes y los cinco primeros sábados del mes, con la intención de desagraviar
al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María por todas las
ofensas que reciben.
Graciela Fernández Criado
Fuente: Revista Jesucrito Vivo
http://www.iglesia.org/santos/item/1966-la-devoci%C3%B3n-a-los-sagrados-corazones
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