Las puertas se cierran: ¡Dios no se muda!



A solo días de culminar el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia la iglesia en el mundo se prepara para el cierre las puertas Santas en todos los lugares menos en Roma. Este año extraordinario de gracia, convocado por el Papa Francisco, ha sido realmente un don precioso de Dios para todos sus hijos. Hemos tenido la oportunidad de vivir y meditar la Misericordia de Dios, no solo como una devoción, sino como ese amor que nace de las entrañas de un padre y madre.

El domingo 13 de noviembre se cerrarán todas las puertas santas en el mundo entero, la única que permanecerá abierta será a la Basílica de San Pedro en Roma hasta el domingo 20 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey. Como lo ha expresado el Papa Francisco, “siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia.” Este año para muchos ha sido el comienzo de una experiencia que nos invita a adentrarnos en el misterio del amor Divino. Un amor que se hace ternura, compasión, entrega generosa, que incluye, recibe con alegría, se sacrifica y conmueve. La iglesia nos preparó durante 1 año entero para acercarnos a este misterio, en las mismas palabras de Jesús “la última tabla de salvación para los pecadores.”

Cabe mencionar que para muchas personas la Misericordia Divina es solo una devoción más aprobada recientemente por la Iglesia, pero realmente es la descripción más bella de Dios. Cada capítulo de las Sagradas escrituras nos habla de misericordia, desde la creación, a la promesa del Mesías, de los elogios amorosos y veros de los salmos, a los consejos del padre en los proverbios. Desde el relato de la búsqueda del amado en el Cantar de los Cantaras, hasta el juicio donde triunfará la misericordia en el Apocalipsis.  
El domingo 13 de noviembre se cierran las puertas físicas, pero nuestras puertas del alma deben permanecer abiertas al llamado de nuestros hermanos, del que sufre, del desposeído, del deprimido. Santa Teresa de Jesús reflexiona en su bello poema Nada te turbe, el “permanecer” de Dios. De nada serviría cerrar el año y que también ahí culminen nuestras obras de misericordia. Dios no cambia, no se muda, así nosotros debemos vivir la experiencia de la misericordia día a día, desde la alegría, la fe, la caridad.

Aprovechemos estos últimos días para acudir con alegría a la puerta del perdón y que nuestro signo externo sea un paso a la conversión definitiva.


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