Hace pocas horas escuchábamos
el anuncio de parte del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, donde
confirmaba un ataque con misiles de crucero al régimen sirio. Días atrás,
fuimos testigos de la crueldad de los hombres al poder ver fotos inhumanas del
terrible ataque químico en Siria que causó la muerte de muchas personas,
incluso niños muy pequeños. A esto se le une los actos contra la vida
perpetuados en San Petersburgo y en Suecia, por mencionar algunos. Tanta
sangre, violencia, crueldad, accidentes a cada instante y crímenes horrible,
incluso efectuados por causa de creencias y religiones, no hace pensar ¿Qué
pasa con nuestra sociedad? ¿estamos en una época de caos social en que la vida
no parece importar y la voluntad de los más crueles o fuertes reina?
Hoy mas que nunca, viviendo el
centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima, resuenan las palabras
llenas de tristeza de la Virgen a los tres niños:
“diseminará sus errores por el
mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán
martirizados, el Santo Padre sufrirá mucho, varias naciones serán destruidas”
Cuanto dolor y sufrimiento
rodea a todas estas personas víctimas de la guerra. Cuantos son los que sufren
por las decisiones de los poderosos que cómodamente deciden intervenir en la
vida de miles de personas. Jesús mismo en el capítulo 20 de san Mateo nos dice
“los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las
rigen despóticamente.” Lo que vemos en estos días es la abundancia del egoísmo
y de la intolerancia en el mundo. Sangre inocente corre y grita desde el suelo,
la sangre de miles de niños mártires a causa de esta guerra sin sentido. La
consecuencia de esparcir decisiones erróneas por el mundo tiene un alto costo,
un costo que se paga con vidas, sembrando más rencor y odio y destruyendo
familias.
¡No podemos quedarnos
indiferentes ante tanto sufrimiento! Este año jubilar de Fátima tiene que
resonar en nosotros, intensificar ese mensaje de la Madre para sus hijos
pidiendo la conversión para obtener la paz.
Acercarnos a Dios es imprescindible, con un corazón contrito y
suplicando nos regale la paz. También Nuestra Señora tiene un papel de
intercesión poderoso y a ella recurrimos como Madre de estos hijos en este
valle de lágrimas. En el tercer mensaje de Fátima también encontramos su
figura, apagando las llamas que destrucción. ¡El rece del Santo Rosario es
poderoso, oremos con fe pidiendo la paz!
a de fuego en la mano
izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo;
pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con
su mano derecha dirigida hacia él; el Angel señalando la tierra con su mano
derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!
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