¿Cómo consolar el corazón de Jesús y María?
En el mes de junio la Iglesia celebra a los Corazones de Jesús y de María. Esta gran fiesta se centra no en el corazón en sí, sino en el amor y mejor aun descrito, en la misericordia.
Esta vez Cristo nos presenta el órgano vital del ser humano, al que es atribuido la capacidad de generar sentimientos inmensos: el amor y el odio. El corazón, el órgano central que se encarga de llevar la sangre a todo nuestro cuerpo. Es duda alguna una fiesta para ver a Jesús en su lado humano, un hombre que ama sin condiciones, sin distinciones. Es un hombre que tiene el corazón ardiente, apasionado de amor por los hombres. Sin embargo, es un corazón de un enamorado al que muchas veces no le corresponden. Ese corazón del que brota tanto amor y ternura, esta cercado de dolor, de las espinas del desprecio, de soberbia, de tibieza de nosotros los hombres ingratos. Un corazón que late fuerte por amor y cada latido le cuesta muchas punzadas dolorosas. Ese es el corazón de Jesús, un corazón que siente, que anhela, que necesita afecto. Muchas veces nos acercamos a este corazón llenos de dudas, preocupados por nuestros propios intereses, distraídos por el mundo sin tomarnos un momento para escuchar los latidos de ese corazón. Si escuchamos muy cuidadosamente en el silencio de la oración, podremos escuchar que en cada latido se pronuncia nuestro nombre con una sed de amor; de un amor que quiere que le correspondan.
Pero este gran amor, que abarca todo y a todos, en su gran generosidad y misericordia late al ritmo del Corazón Inmaculado de María. El corazón de Madre, lleno de la mas tierna pureza y dulzura que el mundo no conoce. Lleno del amor de Madre, único y mas precioso que los diamantes. Quisiéramos que a este corazón de tan preciosa doncella lo rodearan rosas finas de suaves colores, para que con su suavidad y perfume adornaran el corazón de esta Reina bondadosa. Pero con nuestras distracciones, descuidos y pecados le hemos cercado de la mas densa y punzante corona de espina, no nos bastó dásela a su Hijo, sino que también traspasamos de dolor el corazón de la Madre.
¿Nos quedaremos impotentes ante tanto dolor? ¿Ante el dolor que causa nuestra frialdad? ¿Cómo podemos remediar esta agonía de amor? Solo se puede aliviar con amor, como dice un dicho, "amor con amor se paga." Estos corazones solo pueden ser consolados con amor. Es necesario ofrecer algo, y no se trata de nada material, se trata de ofrecer la vida propia, y no de cualquier forma, sino de una forma heroica, viviendo y siendo consumidos por el amor. Dejar que ese mismo fuego de amor que arde en estos corazones queme nuestras entrañas, hasta causar el dolor del amado, hasta sentirnos inundados del gozo rebosante del amor. Hasta que nuestro corazón se convierta en el recipiente que brinde agua para saciar la eterna sed de Cristo. Así es cuando nuestro pobre corazón de piedra, se convertirá en un corazón de carne, de la carne del amado, que es también la carne de la Madre.
Oh Sangre y agua que brotaste del Corazón de Jesús como manantial de misericordia, envuelve al mundo entero y viertete sobre nosotros.
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