26 de agosto... Un día como hoy....



Este día es muy representativo para la iglesia y en particular para dos grandes familias religiosas: la Orden de Carmelitas Descalzos y las Misioneras de la Caridad. Hoy celebramos dos grandes acontecimientos:


La Transverberación del Corazón de Teresa de Jesús
El nacimiento de Madre Teresa de Calcuta

Si analizamos bien esta fecha no es una mera coincidencia que estas dos grandes Santas y maestras de oración estén estrechamente vinculadas. Ambas nos hablan de una relación íntima con Jesús, de la oración como la llave para entrar en una comunión mística, un desposorio espiritual entre el alma y su creador. Estas dos mujeres predicaron más con su forma de vida, con sus actos, con su día a día. Su forma de vida era una continua oración, un continuo ofrecimiento de amor a Dios.

Una característica que ambas santas demostraron en su vida fue su firme decisión y su perseverancia. A pesar de las muchas pruebas que experimentaron en su vida (Teresa de Jesús - persecución por la inquisición, oposición a la fundación de la orden reformada incluso de sus mismos hermanos carmelitas) (Madre Teresa de Calcula - iniciar una congregación para servir a los más pobres de los pobres sin un peso en el bolsillo, sin el apoyo de la comunidad religiosa de la cual era hija, resistencia de la sociedad India y en rechazo.) Ambas mujeres no dejaron llevarse por sentires, tan comunes en nuestros días, sino por su firme decisión y propósito de servir a Jesús.

Que estas santas sean un ejemplo de fe que nos lleve a un cambio radical de vida.



La Transverberación del Corazón de Teresa de Jesús


“Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrazan.


Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento” (Vida 29,13)



Del discurso de Madre Teresa de Calcuta al recibir el premio Nobel de la Paz

El otro día recibí 15 dólares de un hombre que ha estado tumbado durante veinte años, y la única parte que puede mover de su cuerpo es su mano derecha. El único compañero que le gusta es el tabaco. Él me dijo: Yo no fumo durante una semana, y yo os envío este dinero. Debe haber sido un sacrificio terrible para él, pero hay que ver que hermosa forma de compartir, y con ese dinero compré pan y se lo di a los que tienen hambre, fue una alegría para ambas partes, el que estaba dando y los pobres que estaban recibiendo. Esto es algo que ustedes y yo seamos un don de Dios para que ser capaces de compartir nuestro amor con los demás. Y dejemos que sea como lo fue para Jesús. Amémonos unos a otros como él nos amó. Vamos a amarlo con un amor indiviso. Y la alegría de amarle a Él y entre nosotros se lo vamos a ofrecer ahora - que la Navidad está tan cerca. Mantengamos en nuestros corazones esa alegría de amar a Jesús. Y compartamos esa alegría con todos los que nos estamos en contacto. Esa irradiación de la alegría es real, pues no tenemos razón para no ser felices, porque tenemos a Cristo con nosotros. Cristo está en nuestros corazones, Cristo está en los pobres que conocemos, Cristo está en la sonrisa que damos y en la que recibimos. Hagamos este propósito: Que ningún niño no sea deseado, y también que nos encontremos entre nosotros siempre con una sonrisa, especialmente cuando sea difícil sonreír.



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