Clara y Teresa: Ante la cercanía de la muerte





Hablar de la muerte genera inseguridad en la mayoría de las personas. Es un momento ciertamente difícil tanto para el familiar que ve la partida física de su ser querido como para el alma que se prepara a su viaje definitivo, especialmente cuando el alma no está preparada para este viaje.

Para otras personas, la muerte es un descanso, es el encuentro con el Amado. Es simplemente el momento que ha sido esperado por toda una vida. Este es el caso de los Santos y especialmente de dos grandes Santas que tenemos como modelo de vida y protectoras de nuestro Grupo: Santa Clara de Asís y Santa Teresa de Jesús.

¿Cómo ven estas Santas la proximidad de la muerte?

Si la consagración religiosa es el matrimonio entre Cristo y amada, la muerte es simplemente la consumación total de ese matrimonio espiritual. El encuentro con el Amado es anhelado por las almas Santas, como lo fue para Clara y Teresa, tal y como lo relata el libro de Cantares del cual ambas Santas tenían particular familiaridad:

¿A dónde se ha ido tu amado,
tú, la más hermosa entre las mujeres?
¿A dónde se dirigió tu amado,

y lo buscaremos contigo?
Cantares 6, 1

El encuentro con la muerte ha de ser un encuentro de paz. Claro, que esta paz solo se logrará si el alma está preparada para su viaje final hacia su creador lo que involucra haber vivido una vida coherente, cumpliendo los mandamientos que se resumen en amar.



Para Santa Clara y Santa Teresa este encuentro es lo que ha anhelado su alma por mucho tiempo. Es la recompensa a la entrega desinteresada y generosa. Clara habla a su alma, y  le dice que vaya en paz, porque este encuentro con el Amado es la recompensa de tantas obras de amor, de tantos sacrificios entregados con un corazón sincero. 

Teresa por su parte, luego de haber recorrido miles de kilómetros, realizar muchas fundaciones y conocer muchas tierras, en su momento crucial dice a su alma, que es tiempo de caminar. Para los Santos esta es la nueva vida, para que la nacieron. Es el camino definitivo. 



Hemos de estar preparados, para cuando llegue el Esposo, salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas y poder así como nuestras Santas clamar que morimos "hijos de la Iglesia" con la profunda convicción de haber recibido la gracia de Cristo en sus sacramentos y habernos alimentados con su Palabra.






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