Más que ser
un año para concentrarnos en ritualismos, liturgias bellas, peregrinaciones,
etc, que no son malas y son muy útiles para nuestra vida espiritual, es un año
para concentrarnos y descubrir cómo ser misericordiosos. El mismo Jesús en el
evangelio de San Marcos 5, 7 nos recuerda "Felices los misericordiosos, porque
obtendrán misericordia." El jubileo de la misericordia pretende hacernos
crecer en amor y primeramente debe incrementar nuestro amor a Dios y a nosotros
mismos. Este es un año de autodescubrimiento en el que debemos poner en la
balanza nuestro comportamiento con nosotros mismos y con el prójimo. Santa Teresa de Jesús nos recuerda que la única
forma de saber si amamos realmente a Dios es a través de la caridad con el prójimo.
Este año deben ser un nuevo inicio para todos nosotros, un año en el que
nuestras obras hablen por si mismas (Santiago 2, 18.)
También es
una oportunidad para mirar al pasado y al futuro con esperanza y notar cuantos
cambios radicales hacia la santificación ha realizado la iglesia. Si miramos
hace muchos siglos, las indulgencias eran vendidas y estas otorgaban el perdón.
Ahora no es necesario comprar nada, lo único que la iglesia busca es nuestra conversión
y salvación. El 8 de diciembre se abrió una puerta, para pasar por ella hay que
despojarse, tener un corazón de carne y amar al prójimo. Pasemos por esa puerta
con gratitud y acción de gracias (Salmo 100, 4.)
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