En las apariciones de Jesús a Santa Margarita Maria, la secretaria del Sagrado Corazón, Jesús insiste en que es necesario el despojo del alma para llegar a el, para aprender a amar y ver con los ojos de Dios. Muchas más santos nos recuerdan este paso fundamental, como San Juan de la Cruz con su Subida al Monte Carmelo, San Francisco con la hermana pobreza, Clara de Asís con su intenso amor, Teresa de Jesús con su firmeza y esmero. Cuando se llena el corazón de lo temporal, no hay espacio para lo eterno. Hoy hay que mirar nuevamente al Corazón de Jesús y María y ver como se consumen en amor por nosotros, y suplicarles que nos enseñen a amar con un corazón puro. El ángel de Portugal lo dijo a los pastorcitos: "los corazones de Jesús y de María tienen designios de misericordia para ustdes." Esta promesa y afirmación es para ti y para mi. Pero requiere despojo hasta que los latidos de nuestro corazon de débil carne vayan al mismo ritmo del de Cristo. Pidamos al Espíritu Santo nos ayude a transformar nuestros corazones. Aquí una oración para entregar dia a dia el corazón a Jesús:
ORACIÓN CONSAGRATORIA
Corazón sagrado de mi amado Jesús: yo, aunque vilísima
criatura, os doy y consagro mi persona, vida y acciones, penas y padecimientos,
deseando que ninguna parte de mi ser me sirva si no es para amaros, honraros y
glorificaros. Esta es mi voluntad irrevocable: ser todo vuestro y hacerlo todo
por vuestro amor, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda desagradaros.
Os tomo, pues, oh Corazón divino, por el único objeto de mi
amor, protector de mi vida, prenda de mi salvación, remedio de mi inconstancia,
reparador de todas las culpas de mi vida; y asilo seguro en la hora de mi
muerte. Sed, pues, oh Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre,
y alejad de mi los rayos de su justa cólera. Oh Corazón amoroso, pongo toda mi
confianza en vos, pues aunque lo temo todo de mi flaqueza, sin embargo, todo lo
espero de vuestra misericordia; consumid en mi todo lo que os desagrada y
resiste, y haced que vuestro puro amor se imprima tan íntimamente en mi
corazón, que jamás llegue a olvidaros ni a estar separado de vos. Os suplico,
por vuestra misma bondad, escribáis mi nombre en vos mismo, pues quiero tener
cifrada toda mi dicha en vivir y morir como vuestro esclavo. Amén.
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